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Yosa Vidal estudió literatura en la Universidad de Chile, es Master in Arts por la Universidad de Oregon USA y profesora de castellano por la Pontificia Universidad Católica. Ha publicado poemas y cuentos en distintas antologías como los Libros Objeto de la editorial Ergo Sum (2005-2014) y el Volumen de Poesía de Ediciones Contrabajo de Universidad de Chile en 2009. Junto con Patricia Salgado y Hervi publicaron el libro "Erase otra vez" y en 2013 publicó la novela “El Tarambana”.

Juya

 

La Juya (del Aymara tierno), es un animal famoso por su docilidad, vive desperdigado en los puertos de las costas del Océano Pacífico, el Golfo de México y el Mar Caribe.

          Con hábitos de animal doméstico pero con espíritu libre, suele acompañar a algún pescador que adopta como amo y esperarlo en la orilla, la mirada perdida en el horizonte durante horas hasta que regresa con su barca sano y salvo. Siempre un gesto bondadoso, compasivo hasta con especies de otros órdenes, de otros reinos, se ha especulado que filogenéticamente estaría emparentado con el perro por algunas características estructurales pero, principalmente, por su fidelidad y natural disposición al juego y al cariño.

          Son famosos los registros del Transnational Geographic en que aparece ayudando a un lobo de mar aplastado por otros lobos, salvando a una gaviota liada en redes o hilos de pesca, dando un golpecito en la espalda a un pelícano atorado, adoptando crías de otras especies, defendiendo a una perrita en celo. Aunque la Juya ladra, no lo hace en horarios en que la mayoría de las especies duerme, es carnívora de nacimiento pero herbívora por convicción y entierra sus deposiciones cada vez que puede.

          Biólogos y antropólogos se han preguntado las causas de este comportamiento “casi humano” para los optimistas de nuestra especie y han llegado a la asombrosa conclusión de que la Juya es un animal de costumbres. No es una repetición genética la de la propensión a la bondad, sino que es transmitida generacionalmente, desde que nacen, en sucesivos rituales edificantes para luego crecer sabiendo que no podrán dejar de enseñar esas buenas costumbres a sus crías (naturales o adoptadas). La manifestación de la regla se debió a su excepción. En Tumaco, región de Narino, Colombia, se encontró un ejemplar depravado al extremo de la defección, que es la traición o abandono absoluto a quien se le debe lealtad. Pues bien, esta Juya se arrimaba a los vagabundos borrachos para tender una de sus patas y luego, una vez ganada su confianza, aprovecharse de la debilidad, robar el licor y luego tomarlo sola, lejos, sin convidar a nadie.

          Esto trascendió pues la población, que se daba naturalmente a la fiesta, se sintió amenazada y contactaron, autoridades mediante, a los biólogos y antropólogos antes mencionados.  La conclusión llegó rápido: la Juya depravada fue alejada de sus padres a temprana edad y no “aprendió” sus hábitos. Los hermanos del ejemplar, en cambio, encontrados a unos caseríos de distancia, se hallaban alejados del vicio al punto de la idiotez.

          La segunda conclusión de los expertos llegó también por descontado y fue que sólo un hábito en la Juya es innato: el hábito de aprender. En una simple y hermosa ceremonia la Juya depravada fue devuelta a su hogar para felicidad de los habitantes de Tumaco. Tras haber llevado una vida desapegada, frívola e individualista, se incorporó a la manada y pudo, luego de varias correcciones, actuar loable y generosamente con sus pares, que son todos. 

 

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