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Malú Urriola (Santiago, 1967), autora de los libros de poesía Piedras rodantes (1988), Dame tu sucio amor (1994), Hija de perra (1998, reeditado en 2010), Nada (2003) y Bracea (2007). Ha participado en congresos nacionales e internacionales y textos suyos han sido antologados en diversas antologías, entre ellas: Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI. El turno y la transición (México: Siglo XXI Editores, 1997); Antología de poetas chilenas. Confiscación y silencio (Santiago: Dolmen Ediciones, 1998); Mujeres Poetas de Chile: Muestra Antológica, 1980-1995 (Santiago: Editorial Cuarto Propio, 1998); Cuerpo Plural, Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (Edición del Instituto Cervantes y Editorial Pretextos, España). En el año 2002 recibe la Beca del Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura (FONDART), para realizar el proyecto poético de intervención urbana Poesía es +: Lectura de poesía desde globos aerostáticos. En 2004 recibe el Premio Mejores Obras Editadas del Consejo Nacional del libro, con el libro Nada, que también recibe el Premio Municipal de Poesía 2004. En el año 2006 recibe el Premio Pablo Neruda. Ha realizado trabajos como guionista, labor en la que también se ha destacado recibiendo el Premio al Mejor Aporte Televisivo, en el año 2004, por el guion de Sofía. En el año 2009 recibe la Beca John Simon Guggenheim Memorial Foundation, Creative Arts Poetry. New York, USA. Ha escrito guiones para distintos programas de televisión y documentales y actualmente forma parte del equipo de guionistas de TVN. Los poemas que publicamos acá forman parte de Sáfica, libro que será publicado en 2015 por Ceibo Ediciones.

Sáfica (selección de poemas)

 

 

Poesía regresaste.

Ha sido un infortunio esperarte.

 

Me he tumbado por la vida sin sentido.

Los caminos sin ti, no son caminos.

 

Los cielos se vuelven mudos.

 

Las piedras no brillan,

ni los iris de los semáforos son de diferente color.

Ni la noche perfuma, ni el sol deslumbra,

ni las puertas abrigan.

 

Todo es un ir y venir atolondrado,

una pérdida de tiempo larvario,

un bullicio de vida,

una reja sin ríos,

una ausencia marejada,

una niebla sin camino,

un beso frío,

que asola

y que entristece.

 

 

*

 

Estoy escribiéndote un libro que parece ser.  Que comienza a emanar como un río, una nueva rama de una planta creciendo imperceptiblemente en tu casa,

la hoja de un árbol cayendo, una bolsa que flota en el vacío. Digo vacío para nombrar un poblado de edificios, de cables, de ventanas donde nadie se conoce.  Digo vacío como se dice infinito, como fin de mundo.

 

Digo que haría cualquier cosa para poder leer este libro y saber que es ser.

 

Te lo digo como un cactus del camino del alma revestido de largas espinas,

te lo digo con una flor salvaje y roja, de corona, que sólo podrías tomar, sin tocarme.

 

Para que tú existas debe haber un afuera y yo soy toda adentro.

 

 

*

 

Después de unas copas de vino,

de hablar de sus jefes, de los míos,

y de esta vaga sensación de estar zozobrando

entre los días.

Pagamos la cuenta y salimos del bar.

 

La luna tenía la burlona sonrisa del gato de Carrol.

 

Al subir a su auto preguntó ¿Dónde vamos?

 

Al mismo infierno dantesco–pensé- Pero le contesté con otra pregunta.

Así es que después de hablar de su jefe, del mío, y las horas extras regaladas a los bolsillos de otros aromos, -que comenzaban a reventar amarillos en esas muertas calles del barrio alto, cercadas con corriente-

Dejamos que la silueta de la cordillera recostada sobre la noche,

nos colgara en mitad de la boca una sed imposible de saciar.

Y a intervalos dormimos, y nos volvimos a besar infernales

hasta que amaneció.

 

Fingí dormir hasta que despertó, o fingió despertar,

y entonces -como si fuese a decir aquella palabra

innombrable, pactada en el terror del silencio-

dijo, ojalá que gane González.

 

Cuando llegué a mi casa,

el vecino mientras barría la calle,

me contó que González ganó la medalla de bronce.

 

Desde esa soleada mañana, jamás volví a saber

qué diablos fue de su vida.

Ni quién, carajos, era González.

 

 

*

 

Yo Lírico ahí estás,

saludando a los viejos estandartes

de un partido al que la derecha le descalabró los dientes

y se los mandó a poner de oro.

 

Antes de ir a dejar el auto a tu casa.

Subir cuatro pisos, por un poco de agua,

que me darás de beber de tu boca.

 

(Textos inéditos)

 

 

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