top of page

Luz María Astudillo (Santiago, 1981). Licenciada en Literatura por la Universidad Diego Portales. Ha publicado el libro de poesía Cajita americana (Editorial Cuneta, 2012) y la plaquette Litoral (Cuadro de Tiza Ediciones, 2014); traductora de la plaquette Últimos poemas, de Anne Sexton (Cuadro de Tiza Ediciones, 2014).

Homenaje a Guadalupe Santa Cruz

 

Sumándose al homenaje iniciado por Elvira Hernández en la primera sesión del encuentro, Luz María Astudillo comenzó su lectura con un texto de la escritora Guadalupe Santa Cruz, fallecida en enero de 2015:

 

Escribo porque desperté en una escritura que me enciende. La llamo escritura y ni siquiera tiene palabras, tampoco me ha pertenecido. Se trata de hojas sueltas y se hace difícil volverlas a juntar, arman una comprensión alguna vez conocida. Pudo ser escrita ya, un borrador que da vueltas en un recuerdo que tiene lugar por el sueño.

       No sé escribir. Hago jardines. Conozco muchos nombres y los verbos que van de uno a otro, verbos de esfuerzo y otros que activan solos su movimiento. Pero las palabras, las palabras me han hecho tropezar, no están hechas de tierra. Pueden acabarse.

       Estuve largo tiempo salivando palabras en la boca. Estuve buscando sus formas, las busqué en un ángulo chueco que hay en el espacio, escribo porque no las encontré.

 

Guadalupe Santa Cruz

                    Ojo líquido

 

                                                                                                                                                                                                                                        

Poemas de Luz María Astudillo

 

 

EL JARDÍN DE ATRÁS

 

el agua escapa bajo la puerta

y cerramos los ojos para imaginar

que todo es un jardín tras la casa

donde esconder las manos en el barro

 

ella está sentada bajo la sombra

del único árbol,

sabe que la lluvia no limpiará

las últimas marcas de las rodillas

pero insiste en enterrar

el cielo es un espejo húmedo

que devuelve imágenes manipuladas

 

dice que todo jardín

es un viaje

y los árboles

piedras de tope en el camino

 

que toda lluvia desemboca

en charcos donde se ahogarán

las luciérnagas

 

circular por ella

devuelve los días de luz

y todo es un jardín construido

tras el último derrumbe.

 

 

CAJITA AMERICANA

 

callarse

tampoco fue el silencio,

un mínimo árbol

al fondo del patio

que era bandera

y señal

 

poder decir naufragios

sin pensar América

el ombligo de otros continentes

muerte

y espectro,

la infancia

que no fue una fiesta

no nombrar, aunque

sigan vivos los fantasmas

detrás de la puerta

un sólo crujido

y caminan sobre mis pupilas

 

la cajita americana

escondida

bajo el colchón,

el rumor de todos los pueblos dormidos.

 

(De Cajita Americana)

 

 

[Escribir para que todo pueda ser dibujado por tu mano]

 

Escribir para que todo pueda ser dibujado por tu mano,

cuál será el significado del frío.

El deterioro de las palabras

que construyen una habitación

donde imagino lo que piensas bajo el agua,

si sientes frío o retomas el calor

cada vez que te sumerges,

si trasladarse supone el deseo de escape,

de no volver a enseñar a nadie

las cicatrices que puede dejar la espera.

Adelantarse a los acontecimientos

y seguir, pronunciando despacio las pérdidas.

Miedo a la fuerza de la corriente arrastrando tu cuerpo

que deja de ser tu cuerpo dentro de un espacio que desconoces

iniciando las brazadas como cuando empiezas a hablarme

de algo que va a doler.

Pienso en la sincronía, estar en el momento preciso

en cierto lugar y quedarse.

Escribo, pero tu mano todo lo borra,

no sirve desplazar lo nuestro

al papel ni filtrar lo luminoso

entre las piedras acomodadas al fondo del mar

partir supone un riesgo, pareces decir,

el hundimiento está más cerca

solo dejas flotar la duda.

Pero la misma duda te hace seguir,

en el agua se reflejan tus movimientos

y piensas en memorizar bien la forma de respirar

de los peces, para practicarla cuando estés afuera,

donde el frío se podría corresponder con la tristeza

y las imágenes se difuminan ante la posibilidad del silencio.

 

 

[Adentro se cierra el aire]

 

Adentro se cierra el aire

las voces ocultas toman forma

y el tendido eléctrico se vuelve débil

a causa del sol,

buscas limpiar los restos de polvo

en la puerta, no entiendes el lenguaje

del crujir de la madera gastada,

la entonación que llega con la noche.

Nos adelantamos a la caída

y el cuerpo es un espacio que contiene

el itinerario triste

de lo imaginario de vernos

tras la ventana.

 

Corregir una idea

como quien borra

sobre la arena y siente que vuelve al inicio.

Así es no salir del silencio,

el agua que escapa de las manos

una pérdida más

y cerrar los ojos.

 

Vas creyendo que esta casa

entra en tu ficción,

indicios de oscuridad

han permitido

otra vez

poder hablar de lo frágil

de tu cuerpo.

 

Dices síntomas,

pero en el fondo

estás diciendo enfermedad.

Nadie puede tocar lo que no está,

pero es la ausencia

ese dolor en el costado

que de pronto aparece.

 

Es tiempo de lluvia,

mientras cierro los ojos

todas las estaciones suceden.

El jardín está seco

y tu mano envuelve un puñado de tierra,

¿es ese el vínculo con el origen

que fuiste incapaz de nombrar?

 

Entras

y aclara el día.

Paseas dentro como estableciendo

una diferencia con el aire.

Las paredes coleccionan imágenes

que nadie comprende.

Así es la soledad, dices.

 

 

[Tal vez todo es enfermedad, decías]

 

Tal vez todo es enfermedad, decías,

las cosas nunca terminan de encajar

en el mundo, los pájaros de papel

no son impermeables a la lluvia

y cuando sale el sol

las pozas se difuminan

como alguien que ya no está.

Tratas de entender el dolor

o dices que tratas de entenderlo,

es breve el tiempo en que tu mano

logra dibujar una sola grieta

sobre la mía.

Las paredes se ensanchan

alrededor nuestro,

la habitación se convierte en una casa

y la quietud en un viaje que desconocemos.

 

Hundes el pulgar en mi mano,

buscas un pulso que no existe

que nunca termina de acomodarse adentro,

donde solo llegan las agujas,

los calmantes y su anestesia.

En la inconsciencia disminuyen las posibilidades

de equivocarte,

la reacción tardía del cuerpo

es en realidad una buena manera

de volver a lo olvidado.

Se repite lo que nos cuesta aprender, me dices,

las palabras fuerzan lo imposible.

 

No puede entrar el aire por esta ventana

el espacio se ha reducido

a un papel borroso,

a mecanismos de defensa aprendidos

por instinto.

Mirar el techo es descubrir heridas

que dejaron de arder,

el viento es atrapado por los cristales

y las mascotas no distinguen el paso del tiempo.

Todo lo confunde el silencio

o el lenguaje.

 

 

[Dormir]

 

Dormir

y escuchar el sonido del mar

es volver a la infancia.

No recordar formas

ni colores,

solo la sensación del agua

entrando por la nariz,

el cuerpo como objeto inanimado

que se rinde

a una fuerza desconocida.

 

Es difícil distinguir

entre permanecer

o hundirse, solo sientes

la caída

y no luchas

por mantenerte

a flote

adentro de un elemento

que hace inútil

cualquier indicio de paz.

 

Miro el mar

como se mira

a un animal dormido

que no hay que despertar,

por la posibilidad

de esa sensación asfixiante

que es mi único recuerdo

de los cuatro años.

 

Pero tus ojos

son húmedos

y en el reflejo

puedo ver

cristales romperse

con la misma violencia

que una ola,

y tus palabras

descansan en la quietud extrema

hasta que reúnen

fuerza suficiente

para la destrucción.

 

(De Litoral)

 

 

[Los nadadores creen que el mar es infinito]

 

Los nadadores creen que el mar es infinito,

dijiste un día.

No distinguen el momento

cuando la ruta se convierte

en el inicio y todo vuelve a su origen.

Lo inevitablemente circular

que es la vida, aunque sea en el agua

aunque el flotar o el hundirse

dependa de ellos

y de las ganas

de volver a tocar la tierra.

Lo fácil de elegir cuando sólo tienes una opción,

un paisaje que se repite

mientras avanzas

o retrocedes, según quien lo mire.

Pero no hay tiempo de pensar en eso,

cuando las olas fingen relámpagos

y el ruido que producen

queda por horas resonando en el vacío.

Hay un punto ciego que imaginar,

tal vez un acantilado donde se pierden las esperanzas

la última ruta que tomas antes de la oscuridad,

pero las piedras lanzadas al mar

no sirven para adivinar lo profundo de la herida.

Crees que los nadadores

tensan sus músculos ante la presión del agua

imaginando que los peces se esconden

al intuir el peligro,

interpretan el movimiento

como una señal poco amigable,

cuando están en el océano

establecen la diferencia entre la luz del sol

y la noche,

pero en un acuario

sus sentidos se perturban

y como los hombres en el agua

no entienden de las cosas proclives a terminarse,

cuando el nadador piensa

en la inmensidad acuática

como una promesa

mantenida en el tiempo,

después divisa la orilla

y todo se desvanece.

El agua traspasa sus manos

y nada pueden retener

de ese instante último

antes de despertar.

 

(Texto inédito)

 

bottom of page