Lila Calderón (La Serena, 1956). Poeta y Artista Visual, Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de poemas Balance de blanco en el ángel triste de Durero (1993), In Memoriam (1995), Por suerte había otra vida (1999), Piel de maniquí (1999), Animal cautivo (2010) y Lo que ocultan los vestidos (2014). El año 1996 compiló la antología Veinticinco Años de Poesía Chilena (1970-1995), junto a Teresa Calderón y Tomás Harris. El año 2002 publicó los libros Animalia, La gran fuga y La ciudad de los temblores, y el año 2013 Estrella y el caleidoscopio (narrativa infantil). En 1994 obtuvo el Primer Premio de Video-poesía de la Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile con El horizonte no es azul; y el Premio de Adaptación de Guiones de Cortometraje Luchino Visconti del Ministerio de Educación. En 1998 obtuvo el Primer Premio en el Encuentro de Cine y Video del Caribe con La muerte de un poeta, homenaje al poeta cubano Ángel Escobar, junto a Jaime Muñoz. El año 2005 expuso en la Biblioteca Nacional Liquidación por cambio de temporada (ensamblajes, instalación y poesía visual), y el año 2013 expuso Diosas tutelares (pintura y poesía), en La Posada del Corregidor. Su obra poética se encuentra antologada en numerosas antologías chilenas y extranjeras. El año 2012 compiló la Antología de Poesía Chilena Volumen I, La generación de los 60 o de la dolorosa diáspora, y el año 2013 la Antología de Poesía Chilena Volumen II La generación NN o la voz de los 80, junto a Teresa Calderón y Tomás Harris, obra nominada a los premios Altazor. Desde el año 1996 ejerce la docencia en diversos institutos y universidades de Chile.
Autorretrato del creador
Soy un Creador
lo declaro,
lástima no
a imagen y semejanza
del Padre.
Soy un Creador, qué duda cabe,
tengo insignias y medallas
y una larga tradición
con la palabra.
Y puedo escribir los versos
más tortuosos esta noche,
luego de ver las noticias
que retumban aquí o allá
sobre la tierra.
Y puedo amar como ninguno
y saber como ninguno.
Leer a la luz de los faroles
del antropocentrismo
y describir complejas fórmulas
en las pizarras
de las ciencias exactas.
Hablar de la verdad,
demostrar que resuelvo
grandes juicios
modulando ideas
con la retórica del ayer.
Argumentar sobre el amor
con pericia,
con pruebas, huellas
fotografías, videos
y seguimientos en línea
desde la Casa del Espía.
Puedo «aserrar a la amada»
beberla, comerla
y luego olvidarla por el bien
de los demás.
Puedo describir en el estrado
los vaivenes
del alma femenina
y sin tregua hacerlas competir
por la corona de barbie
o la mujer maravilla.
Soy un Creador,
puedo hacer nubes radioactivas
que se expandan con urgencia
y estallen en el cielo
como granadas del más crudo
expresionismo,
y simultáneamente
prescindiendo de toda cronología
entregar a la población
los mejores planes de salud.
Y para calmar las desafortunadas
diferencias que se manejan
detrás de la cortina
y hacen perder la fe
desanimando a los creyentes
-que terminan esparciendo el rumor
de que la vida no tiene sentido-,
agregar porcentajes solidarios
para la tercera edad
en memoria de mamá
muerta dándome a luz.
Soy un gran accionista
jugador, conductor.
Yo hice la historia,
la planté, la pinté, la esparcí.
Yo escribí libros
-históricos, poéticos o de sabiduría-.
Firmé la paz,
luego de probar las armas y sufrir
el olor de la muerte
mal oculta en las trincheras
amigas y enemigas. Así es.
Y aunque soy más bien occidental
en esta Era
puedo nadar vigorosamente
en las aguas de Asia Pacífico
y empoderarme
de la tecnología del haikú
o del alma digital que late
en la sangre del plasma, del láser
y de los giros de Mercator
en la economía global.
Yo soy un Creador
tengo los pies bien puestos
sobre la tierra
pero vuelo como un buitre
sentado cómodamente
sobre mis grandes
sueños
(y hasta pagan los incautos de la última fila
por oírme graznar).
Yo habito el palacio del Egocentrismo,
he cuidado con celo
heredades y posesiones,
he incrementado las riquezas
familiares, he protegido bien
mis fortalezas, lo saben mis hermanas,
a quienes no permito mancharse
con haberes y deberes, con pasivos,
con los gritos de la Bolsa,
con activos de reyes, guerreros
y emperadores, que nada tienen que ver
con las suaves faces de la luna
o el flujo de las mareas
(esos tesoros de valor inestimable
para la fertilidad que conserva
la especie)
¿Y para qué quieren más
que la dicha de ser madres?
¡Ay Rosalías e Ifigenias!
Sois reinas acunando el llanto
de los niños no nacidos.
Yo soy el Creador
y bebo y como a mi salud
porque cada hombre es una epopeya
del sufrimiento ancestral,
y debo llevar puerta a puerta
mi mensaje,
un juego de espadas,
el misterio
que pueda salvar al hombre
de la soledad, la muerte
o de sí mismo.
Yo soy un Creador
un hombre como tú o como yo
diseño las mejores armaduras
las formas y aleaciones más feroces,
más eternas,
y entre señores transamos sus precios
y ejercitamos las alianzas
casando a hijas y hermanas según
convenga a la casa,
encuadrando, invirtiendo
y ensanchando el territorio
de la cámara oscura.
Sabemos lo frágiles y permeables
que resultan las fronteras.
Yo soy el Creador
y mis marcas rigen
los valores del mercado,
el precio de la luz o el agua,
la sanción al robo
de una gallina clueca,
la multa, el interés, la condena,
y la pureza del aire,
la fluoración del agua,
la velocidad de propagación
de una epidemia,
la vacuna, la dosis
y el laboratorio que ha de ganar
la licitación sanadora.
Yo soy el Creador
pero estoy perdiendo los poderes,
la presbicia me impide
ver claro en el espejo,
la tierra tiembla
y pierdo el equilibrio
no saco nada con intentar
reducir a la población,
arrinconarla entre los barrotes del miedo
con efectos especiales,
seguir adaptando fábulas
y reescribiendo sentencias,
acunarla con películas de terror
en tercera dimensión.
Yo soy el Creador
de un tiempo que se cierra
nebuloso, carbonoso,
saturado
por la bajeza
de los competidores
y la degradación
del paisaje original.
Fui el malo de la película,
yo confieso,
hice la grande,
me rindo
no quiero más guerra.
Yo soy el Creador
que dice adiós a las viejas fórmulas
y ha salido a barrer la calle
para que las hojas muertas
no vuelvan a anegar los sueños
y a sumarse al turbio oleaje
de las alcantarillas.
Yo soy el Creador
que arrodillado sobre el caos
clava su bandera blanca
esperando ver amanecer
en todos los rincones
de la fiesta nueva.
Yo soy el Creador
y me rindo,
que se levante ahora
la Diosa,
que pruebe
cómo hacer girar el mundo
que muestre,
al fin,
lo que ocultan sus vestidos,
el poder invencible
de la flor de la vida
que encandila
y volvamos a bailar.
(De Lo que ocultan los vestidos)