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Daniela Acosta (Santiago, 1982), antologada en el libro A la sombra (2008) y Conrimel. Encuentro Latinoamericano de Mujeres Poetas (2010). En el año 2010 publicó en versión digital el libro de poesía La otra velocidad por La Calle Passy 061 Ediciones y en 2011, el cuento Resbalín, en la antología Voces -30, de la editorial Ebooks Patagonia. Los textos que publicamos aquí forman parte de su novela inédita La certeza de una hija.

La certeza de una hija (extractos)

 

 

Asunto: encontré pega

Mi adorada:

Encontré una pega chica de medio tiempo en un call center, lo que me permite ir a clases y pasear. Además, esta semana volví al nado. Es simplemente maravilloso.

          Salgo de la piscina sintiéndome bonita. Agarro el metal y mis brazos se tensan, el agua resbala tibia por mi cuerpo. Estoy contenta porque logré hacer el círculo necesario para el estilo mariposa, a pesar de mi mal estado físico y de lo pequeña que soy. También estoy contenta porque sé que lo hice mejor que varios de mis compañeros. Me gusta esa sensación de superioridad física, de destreza, más bien, pues cualquiera de ellos podría tumbarme con solo una mano en la vida real, fuera de la piscina. Estoy contenta y estoy linda. El agua resbala y sudo, con las mejillas muy rojas.

          ¿No te parece bello eso de nadar en una piscina? Nadar, mover el cuerpo, al principio con problemas de coordinación, la respiración se agita hasta que sientes el cuerpo como una máquina, ya no piensas en tomar aire, tu cuerpo lo hace solo, te deslizas por el agua en una especie de mantra. Se desarrolla la técnica, se afinan los movimientos, como una orquesta a punto, un trabajo de todos los músculos para moverse como otro animal, uno del agua. Cambiar el hábitat por unas horas, el cuerpo hormiguea entero, los movimientos se hacen precisos y refinados. Todo para nadar sin ir a ninguna parte.

          Me cautiva esa belleza sin propósito lógico. No quiero ser más rápida, no es mi asunto, aunque nado cada vez más fluidamente. Me importa ser una con el agua, ser parte de ella, que mis movimientos fluyan elegantes y tranquilos en ese ambiente.

          Estos días la natación me ha servido para meditar moviéndome. Son muchas las imágenes que se vienen a la mente cuando ya lograste ser en el agua. Has pasado muchas veces por mi cabeza mientras voy por ahí, nadando.

          ¿Cómo estás, mi amada?

          Cuéntame lo que sea, necesito leerte.

 

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Asunto: el carteo

¡Mi nena! No sabes lo contenta que me puso leer tu último mail después de más de diez días sin saber de ti.

          En cuanto a tu pregunta:

          A mí nunca me fue muy bien con las cartas. Un compañerito de la básica me escribió una. Yo me puse feliz. Era un papel que me dio cuando salí de clase y fui a tomar agua. Estaba ahí, en el patio del colegio y se acercó con un papel todo arrugado que me pasó para que guardara en mi bolsillo. Lo primero que pensé fue que no era para mí, sino para mi mejor amiga, que era la que siempre conquistaba la atención y el cariño de los chicos: más alegre, más vivaz, más atenta, más astuta, más deportista, más todo que yo. Pero no, el papelito llevaba mi nombre. Me fui al baño y lo leí. Vi la caligrafía y me puse un poco triste: la letra era verdaderamente fea. Pero el caso es que decía cosas lindas. Cosas lindas para mí.

          No supe muy bien cómo responder. Me esmeré un montón y creo que escribí más de la cuenta. Y eso que lo pensé y lo pensé. Le di muchas vueltas para que no fuera demasiado ni tan poco, para corresponder al gesto sin quedar demasiado al descubierto, sin exponerme en vano. Le di su carta cuando caminábamos hacia nuestras casas, bajando por Las Parcelas.

          Al final todo quedó en nada, o algo así. Éramos amigos más que querer ser pololos. Yo era muy chica todavía y creo que no me gustaba tanto, era más bien perderse en esa ensoñación lo que me atraía. Las cosas fueron incómodas por un rato, pero luego se pasó y seguimos como si nada.

          Ahora, la mala suerte vino cuando mi mamá encontró el cuaderno donde guardaba su carta y el borrador de la mía. Era un cuaderno que yo ponía debajo de mi almohada, donde tenía pedacitos de tesoros, basuritas lindas que me conquistaban en medio de todo ese barro que fue mi infancia con esa mujer. Ella agarró el cuaderno, yo quise quitárselo, pero no pude. Al ver cuánto deseaba tenerlo, buscó hasta que encontró mi borrador y lo leyó. Lo leyó en voz alta, mirándome y riendo, mientras yo lloraba y pensaba en las cosas que había puesto y que en ningún caso esos sentimientos irían hacia ella. Siguió leyendo hasta el final y me tiró el cuaderno diciéndome que no hiciera tanto escándalo. Ahí aprendí a guardar con mayor cuidado mis pequeñas intimidades, mis letritas para otros.

          Después han venido otras cartas. Cartas de amigos felices, cartas de amigos hermanos con todo el amor del mundo. También algún par de cartas de amor que volvieron a hacer aparecer esas cosas lindas que sentí en un momento, las mismas o muy parecidas a la primera vez que leí esa carta en el baño del colegio, antes de que el cartero dejara de llegar.

 

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Asunto: pobre niño con dinero

Hoy fui a la verdura. Es cierto, siempre voy a la verdura. Todos los días que me animo a salir del departamento, al menos. Estaba Verónica, que es mi favorita, pero no me atendió. Me pidió atender primero a una vieja que estaba con su hijo y le hice el gesto que obvio. La vieja me la encontré una cuadra antes, cruzando la calle. A veces voy sin audífonos para escuchar a la gente y con lentes oscuros para que no se note tanto cuando los miro. La vieja retaba a su hijo por un vuelto mal recibido. Iba con dos hijos y retaba al mayor, de unos 8 o 10 años, no soy muy buena con las edades. Le decía que hiciera las cuentas y se acordara cuál era el cambio que le habían dado. Insistió con lo mismo y con la responsabilidad de gastar plata. Una cebolla morada. Que para tener plata, hay que trabajar, que cuesta mucho. Dos tomates redondos. Que mamá y papá trabajan duro para darle plata. Un morrón rojo. Que cómo no se fija en el cambio, que tiene que ser responsable. Un repollo morado chico. Que cuando lleguen a casa se acuerde y ahí le devuelve la plata. Mejor un morrón picado, que cuesta la mitad. Que deje de llorar, que tiene que acordarse del cambio, que no puede andar así sin mirar lo que da y lo que recibe. Un rocoto, pero que pique. Que cómo no se fija en lo que da, en lo que le devuelven. Que cómo no cuenta. Que qué estaba pensando. Que tiene que ser responsable. Que la plata cuesta. Que papá y mamá trabajan todos los días para tener plata y la plata les sirve a los adultos para comprar cosas. Ya tengo todas las cosas para hacer el saltado. Viene el joven tímido y me cobra. Me voy.

 

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Asunto: alguien se masturba pensando en ti

Mi querida:

He seguido viendo a los chicos, es más difícil coordinarnos, pero al menos una vez por semana nos juntamos a comer y conversar. Soy feliz. O bueno, estoy feliz, tranquila. Sigo buscando pega, pero no ha pasado nada todavía. Recién va una semana, así que estoy tranqui. Me he forzado a escribir más y aunque me falta disciplina, me sobra optimismo, por lo que creo lograré crearme una rutina o algo parecido, hacerme caso cuando tengo una idea y no dejar que el miedo me paralice ante el cliché de la página en blanco, que verdaderamente a veces me da terror. Ahora no tengo ninguna excusa, así que nada, enfrentarme al tema.

          Eso me ha puesto contenta. No el hecho de pensarlo, sino de hacerlo. Es raro, como que se me olvida el placer y la satisfacción que me provoca escribir, estar en ese lugar que solo a mí me pertenece, estar también ahí para los demás, abrir, buscar, entregarse.

          Sobre tu asunto: no sé a ciencia cierta si la persona en la que se piensa mientras te masturbas siente algo cuando acabas. Supongo que así debería ser. Es mucha la energía, la concentración, la explosión. La otra persona debería sentir algo, que algo le pasara. Debiera haber un dicho como ese que dice que se te ponen rojas las orejas si alguien habla de ti… cuando me masturbo me viene una cosa que estoy completamente segura de la conexión con la persona en la que pienso, que algo de toda esa energía y calentura debe transmitirse, ¿no? Cuando me explota la cabeza, cuando mi cuerpo completo explota y soy pura energía tiene que poder llegarles algo de eso.

          Por otro lado, si yo no siento nada, ¿es que acaso nadie se masturba pensando en mí? No creo que sea la situación. Me parece muy poco probable. Una se masturba pensando en tantas personas diferentes, ¿cómo ninguna se va a masturbar de vuelta conmigo? Quizá alguien se masturba pensando en mí y yo me acuerdo de esa persona en ese momento. O algo así que tal vez no estoy leyendo. Debe haber un signo.

          ¿Y qué pasa si estoy masturbándome pensando en alguien y sucede que esa persona a su vez se masturba en ese instante pensando en mí? Si fuera así, puedo decir tranquila que son varias las personas que se masturban pensando en mí.

          Me gustaría saber qué se imaginan, qué hago cuando me piensan, que pudieran contarme, poder saber. ¿A ti no te intriga? Tal vez una forma de saber es ese momento bello de la confesión cuando le dices a alguien que te fijaste en el roce de los dedos, cuando recordaste el hombro, su textura, un diente torcido que brillaba más, y que eso te hizo masturbarte en varias ocasiones. Quizá.

          Te mando un beso muy grande, por favor sigue preguntándome cosas.

 

 

 

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